La última noche del Titanic

Trama
Es el año 1912 y el RMS Titanic, promocionado como el barco más lujoso y tecnológicamente avanzado del mundo, se prepara para su viaje inaugural desde Southampton a Nueva York. Mientras el enorme barco navega a través de las tranquilas aguas del Atlántico Norte, el capitán Edward John Smith se sitúa con confianza en el puente, sus años de experiencia en la navegación y la naturaleza aparentemente impenetrable del barco le otorgan una sensación de invencibilidad. Sin que él lo sepa, la velocidad y el tamaño del Titanic no son sus únicas bazas; el descuido de la tripulación, combinado con una serie de errores evitables, conducirá en última instancia a uno de los desastres marítimos más devastadores de la historia. Charles Lightoller, el segundo oficial del barco, es la figura central de la narración. Es un marinero experimentado, que comenzó su carrera a una edad temprana, y se ha ganado el respeto de sus compañeros y superiores. A medida que el Titanic se acerca a la zona de peligro, Lightoller está en alerta máxima, vigilando los mares y el paisaje colindante en busca de señales de fatalidad inminente. Las advertencias de la tripulación sobre los icebergs en la zona se tienen en cuenta, pero no con el nivel de urgencia que exige una situación como esta. La decisión del capitán de mantener un ritmo constante es imprudente y una que se revisará y escudriñará por la tripulación y las autoridades en los días y meses venideros. El iceberg que sellará el destino del Titanic es un gigante de una inmensa masa, que se esconde justo debajo de la superficie de las gélidas aguas. La tripulación, aunque consciente de la presencia del témpano, no toma las medidas adecuadas, y a medida que el barco se acerca más y más, se hace evidente que están a punto de hacer contacto. Aproximadamente a las 11:40 PM de la noche del 14 de abril, el Titanic golpea el iceberg, la fuerza de la colisión envía ondas expansivas a través de todo el barco. Al principio, se desconoce el alcance de los daños, y muchos a bordo creen que el barco, a pesar de una ligera desviación de su rumbo, todavía llegará a Nueva York. Sin embargo, los minutos, las horas y los días que siguen revelan el verdadero horror de la situación. El Titanic está entrando agua a un ritmo alarmante, y la tripulación, aunque actúa con un sentido de urgencia, es incapaz de contener la marea. A medida que el barco comienza a escorarse, los pasajeros se vuelven cada vez más dominados por el pánico, y pronto se hace evidente que la tragedia que se desarrolla en alta mar está lejos de haber terminado. Los constructores del barco habían afirmado que el Titanic era insumergible, una noción que a punto de ser brutalmente refutada. La cruda realidad de la situación se aclara lentamente a la tripulación y a los pasajeros, que pronto se dan cuenta de que el barco está lamentablemente poco preparado para una emergencia de esta magnitud. Con más de 2000 personas a bordo y unos míseros 1178 botes salvavidas, está claro que no hay suficientes embarcaciones para salvar a todos. A medida que se instala el pánico, la tripulación y los oficiales del barco se ponen en acción, intentando mitigar el desastre cargando a tantas personas como sea posible en los botes salvavidas. Sin embargo, estos esfuerzos se ven empañados por la ineficiencia, la falta de comunicación y el puro caos de la situación. A las mujeres y a los niños se les da prioridad en el embarque en los botes salvavidas, mientras que a los hombres a menudo se les deja atrás, luchando en una batalla desesperada contra la aplastante realidad de su inminente destino. En un momento que perseguirá a los supervivientes por el resto de sus vidas, los que quedaron a bordo, muchos de los cuales quedarán atrapados bajo la cubierta, se ven obligados a observar con horror cómo el barco al que una vez llamaron hogar sucumbe a las implacables aguas del Atlántico Norte. Cuando el Titanic finalmente sucumbe a las gélidas garras del océano, con su popa apuntando hacia el cielo, los sonidos de desesperación se pueden escuchar por encima del agua. Aquellos que lograron escapar en los botes salvavidas deben lidiar con la enormidad de su pérdida y la constatación de que una increíble cantidad de vidas se perdieron en el lapso de unas pocas horas. En un final sombrío y reflexivo de la película, Charles Lightoller, aunque es uno de los pocos oficiales a bordo que sobrevivió, debe lidiar con las consecuencias de las acciones de su tripulación, tanto antes como después del desastre. Mientras reflexiona sobre los eventos de esa fatídica noche, se hace evidente que él, junto con el resto de la tripulación y los pasajeros, fue un participante involuntario en una trágica historia de arrogancia, negligencia y fracaso catastrófico.
Reseñas
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