Malditos Bastardos

En la película de Quentin Tarantino de 2009, "Malditos Bastardos", la Segunda Guerra Mundial continúa en la Francia ocupada por los nazis. En este contexto, un grupo de soldados judío-americanos, conocidos como "Los Bastardos", se reúnen para llevar a cabo una audaz misión para sembrar el miedo en todo el Tercer Reich. Liderados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), un héroe de guerra sensato y sureño, Los Bastardos están formados por un variopinto grupo de inadaptados y mercenarios, entre ellos Hugo Stiglathor (Sergio Di Zio), Omar Ulmer (Roman Coppola), Wilhelm Wicki (Gedeon Burkhard) y Donny "El Oso Judío" Donowitz (Eli Roth). Su modus operandi consiste en escalar y matar brutalmente al mayor número posible de soldados nazis, al tiempo que participan en actos de vandalismo y sabotaje. Mientras tanto, una dueña de un cine franco-judía, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent), ha escapado de las garras del coronel Hans Landa (Christoph Waltz), el despiadado y astuto "Cazador de Judíos", a quien se le ha encomendado la tarea de erradicar a los judíos que se esconden a simple vista. Shosanna asume una nueva identidad como dueña de un cine parisino, donde trama su venganza contra los nazis. La narrativa de la película está hábilmente tejida por Tarantino, que intercala múltiples historias y personajes para crear una sensación de tensión y anticipación. A medida que Los Bastardos comienzan su campaña de terror contra los nazis, Shosanna idea un plan para derrotar al coronel Landa en su propio juego. En lo que sólo puede describirse como una clase magistral de cinematografía, Tarantino reúne a un diverso elenco de personajes de diferentes culturas y orígenes, tejiéndolos en un complejo tapiz de violencia, humor y drama. El clímax de la película, que tiene lugar durante el estreno de una película de propaganda que celebra la supuesta invencibilidad de la Alemania nazi, es a la vez intenso y catártico, ya que nuestros héroes provocan un ajuste de cuentas que cambiará el curso de la historia. A lo largo de "Malditos Bastardos", Tarantino rinde homenaje a los spaghetti western clásicos y a las películas de la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que se burla de sus propios tropos fílmicos. El resultado es una obra que es a la vez un cariñoso tributo al género y una reinvención audaz e innovadora de la película bélica.