El Gran Dictador

Trama
El Gran Dictador es una película satírica estadounidense de 1940 escrita, dirigida y protagonizada por Charlie Chaplin. La película es una crítica mordaz del auge del fascismo en Europa y la toma del poder por los nazis en Alemania bajo el mando de Adolf Hitler. Sin embargo, Chaplin disfraza hábilmente sus críticas para evitar ofender a los censores y, en cambio, se centra en la difícil situación del hombre común atrapado en medio de un mundo que cambia rápidamente. La película comienza presentando el mundo de Tomainia, un estado fascista ficticio, y su dictador, Adenoid Hynkel, interpretado por Chaplin. Hynkel es una representación cómica, de pelo largo y algo corpulenta de Adolf Hitler. Es admirado por su pueblo, que canta y baila en su alabanza. El carisma y el sentido del humor de Hynkel lo convierten en una figura entretenida, pero debajo de la superficie se esconde una realidad siniestra. En contraste con la opulencia de Hynkel, la película introduce el mundo de un pequeño barbero judío llamado Benjamin, también interpretado por Chaplin. Benjamin es un individuo pobre, de clase trabajadora, que vive en medio de Tomainia. Dirige una pequeña barbería donde se hace amigo de un artista pronazi llamado Haviland, que a menudo viene a la tienda a cortarse el pelo. La vida de Benjamin es simple y contenta, y gira en torno a su trabajo, sus amigos y su prometida, Hannah. Sin embargo, con el auge del régimen de Hynkel, Benjamin comienza a enfrentarse a una persecución cada vez mayor. Hynkel ordena el hostigamiento y el eventual encarcelamiento de los tomianos judíos, marcando el comienzo de un régimen de miedo y terror. Benjamin, sin darse cuenta de la verdadera magnitud del plan de Hynkel, sigue siendo optimista y continúa viviendo su vida tal como la conoce. Mientras tanto, el mundo de Tomainia está cambiando drásticamente. Hynkel lanza un ataque contra la vecina Osterlich, declarando: "La guerra es la paz". La campaña es brutal, con soldados que cometen atrocidades contra el pueblo de Osterlich. Hynkel también aprovecha la oportunidad para reprimir una amenaza potencial a su poder ordenando la ejecución del desleal y progresista Ministro de Osterlich, Schultz. A medida que aumentan las tensiones dentro del país y en el extranjero, Benjamin se preocupa cada vez más por su herencia judía. A medida que la guerra se intensifica y más tomianos judíos son arrestados y enviados a campos de concentración, Benjamin se enfrenta a sus propios problemas. Descubre que su propia hermana, que ha sido secuestrada, está a punto de ser ejecutada, lo que impulsa a Benjamin a tomar medidas drásticas. Organiza una serie de audaces fugas de los campos de concentración, lo que lo pone en conflicto directo con el régimen de Hynkel. Finalmente, Benjamin descubre la identidad de Hynkel y se siente impulsado a interrumpir sus planes. Chaplin entrelaza expertamente las historias duales de Hynkel y Benjamin, creando un comentario satírico y poderoso sobre la tragedia de la guerra. En medio de la complejidad, la sencillez de Benjamin y la astucia manipuladora de Hynkel se yuxtaponen, resaltando la consecuencia de las acciones corruptas de un régimen. Sin embargo, Hynkel y Benjamin finalmente se superponen cuando ambos hombres quedan atrapados en aspectos separados del conflicto internacional emergente. En un momento conmovedor, un grupo de soldados tomianos confunden a Benjamin con Hynkel y los dos hombres se encuentran en un campo de batalla abarrotado, destacando el caos impredecible que acompaña a la guerra. Chaplin utiliza las identidades duales para exponer la atmósfera surrealista en la sociedad en tiempos de guerra y examina el aparentemente inofensivo dictadura de Hynkel: una artimaña manipuladora para cautivar y dominar a la población susceptible. Durante la batalla, ambos hombres capturan la imaginación del bando opuesto y mueven e inspiran a aquellos hacia una respuesta contra su régimen a través de la inspiración personal. Al ver un claro parecido consigo mismo en Hynkel, la gente finalmente elige rechazar la ideología de Hynkel e identificarse con los valores representados por Benjamin. Finalmente, a medida que cambia el rumbo de la guerra, el régimen de Hynkel comienza a colapsar y Benjamin es aclamado como un héroe por sus compañeros súbditos. Con Tomainia tambaleándose al borde de la destrucción, se ve a Benjamin entregando un conmovedor mensaje de cierre recordando a los rebeldes que tomen el control y establezcan sus propias instituciones democráticas para garantizar que el terror del fascismo nunca se repita. Si bien El Gran Dictador sigue siendo un clásico atemporal sobre el estallido de la Segunda Guerra Mundial, al igual que muchos tratamientos anteriores del período, combina hábilmente la tristeza del trasfondo histórico con un mensaje fuerte y optimista que llama a los espectadores a rebelarse contra el peligro de los regímenes totalitarios a través la comunidad, el trabajo en equipo y la fuerza.
Reseñas
Zion
"I'm sorry, but I don't want to be an emperor. That's not my business. I don't want to rule or conquer anyone. I should like to help everyone if possible – Jew, Gentile, black man, white. We all want to help one another. Human beings are like that. We want to live by each other's happiness, not by each other's misery. We don't want to hate and despise one another..."
Penelope
Still relevant to this day.
Rowan
The farcical physical comedy belongs to the era of silent films, while the impassioned anti-dictatorial speech is a product of the talkies. The few descriptions of this film in the biography "Chaplin" ignited the urge to watch it in its entirety. To create such a work during the height of the Nazi dictatorship, under pressure from fascists, one can only admire Chaplin's courage and sense of justice. -- "Dictators die, and the power they took from the people will return to the people."
Zachary
To think some find the final speech a misstep? I consider it the film's most brilliant elevation! The speech, taken on its own, is a timeless classic! Art needs to awaken the numb! Especially now! We mustn't recoil at the mere connection of art and politics; art can and should engage with politics, serving as its vehicle. We need more works like this, and less mindless entertainment.
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