El hombre que pudo reinar

El hombre que pudo reinar

Trama

A mediados del siglo XIX, la vasta extensión de la India colonial presentaba amplias oportunidades para los aventureros británicos que buscaban fortuna y gloria. Entre los más audaces e infames de estos exploradores se encontraban Daniel Dravot y Peachy Carnehan, dos hombres de Sheffield que habían servido en el ejército británico. Su vínculo y sed de experiencia habían forjado una amistad inquebrantable, y fue esta asociación la que finalmente los llevó a su aventura más extraordinaria y, en última instancia, desastrosa. La adaptación cinematográfica del clásico cuento de Kipling comienza con Daniel Dravot y Peachy Carnehan, quienes se han desilusionado con sus vidas mundanas en Inglaterra. Comparten una visión de grandeza, no buscando simplemente aventura, sino estableciendo su propio reino en una remota región conocida como Kafiristán, donde los habitantes nativos son simples y primitivos. Con un aire de superioridad, los dos hombres, armados con su conocimiento del pasado y una pizca de experiencia en el ejército, se disponen a conquistar esta tierra implacable. Al llegar a Kafiristán, comienzan a reunir a un pequeño grupo de miembros de tribus locales quienes, asombrados por sus supuestos orígenes divinos, se rinden voluntariamente a su dominio. Con una audacia que desmiente sus humildes comienzos, Dravot y Carnehan se establecen como los monarcas gobernantes, utilizando una convincente mezcla de mito, farol y astucia para consolidar su poder. Rápidamente se dan cuenta de que mantener su autoridad y mantener en línea a las tribus Kafir requiere mano de hierro y, con su narrativa limitada pero persuasiva de un origen divino, son capaces de inculcar un sentido de reverencia entre las masas nativas. Sin embargo, su ascenso aparentemente sin esfuerzo al poder y la voluntad de la población nativa de aceptarlos como deidades sientan las bases para una serie de eventos trágicos. Carnehan, ahora completamente instalado en su papel como segundo al mando, comienza a albergar un enamoramiento romántico por una belleza local llamada Lalah. Se encapricha, y el vínculo otrora inquebrantable entre él y Dravot comienza a desmoronarse. El encanto de Lalah se intensifica aún más con la llegada de un chico local que se dice que tiene una habilidad asombrosa para hablar el idioma de la gente nativa, pero que esencialmente no está impresionado por las pretenciosas afirmaciones presentadas por los dos aventureros. El chico nativo, en efecto, un líder local más honesto, no tiene problemas para identificar a los pretendientes. Su deseo por Lalah abre una brecha entre Dravot y Carnehan, y el vínculo que una vez fue inquebrantable y que los había sostenido a lo largo de sus aventuras comienza a desmoronarse. A medida que sus disputas internas se intensifican, las circunstancias externas se vuelven cada vez más terribles. El chico nativo que habían encontrado antes, ahora confidente de Lalah, expone inadvertidamente la verdadera naturaleza de las pretensiones divinas de Dravot y Carnehan a los miembros de las tribus Kafir. La rebelión resultante provoca la caída de su frágil reino y finalmente sella su trágico destino. El final de los dos aventureros demuestra ser un recordatorio conmovedor de los peligros del imperialismo y la arrogancia que a menudo acompaña a los hombres que buscan poder a expensas de los demás. Dravot y Carnehan, como muchos otros que han venido antes y después, finalmente sucumben a las consecuencias de sus propios actos. La película, adaptada del cuento de Kipling, presenta una acusación mordaz del imperialismo, sirviendo como un comentario matizado sobre los peligros del insaciable deseo humano de poder y las inevitables consecuencias que surgen de tales esfuerzos.

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Reseñas