Los Dioses Deben Estar Locos

Trama
Los Dioses Deben Estar Locos, estrenada en 1980, es una comedia satírica escrita y dirigida por Jamie Uys, que se burla de los estereotipos de las civilizaciones occidentales y urbanas. La película gira en torno a la vida de un bosquimano San, Xi (interpretado por Nixy David), que vive en el desierto de Kalahari en el sur de África. La tribu de Xi sigue las formas de vida tradicionales y no ha sido tocada por la influencia de la sociedad moderna, ya que creen en un concepto simplista del universo y su funcionamiento. Un día, una botella de Coca-Cola cae de un avión y aterriza en medio de ellos, creando conmoción y alterando el curso de la vida de Xi. El pueblo San, liderado por Xi, está perplejo por el objeto extraño y misterioso, y creen que es un regalo de sus dioses. Como resultado, consideran que es su deber sagrado devolverlo a sus "dioses" con gran reverencia y cuidado. Xi, quien se siente personalmente responsable del bienestar de su tribu, decide emprender un peligroso viaje para llevar la botella de regreso a sus "dioses". En el proceso, Xi se encuentra con muchos individuos que desconocen la existencia de una sociedad tan primitiva. Se encuentra con un científico, Andrew Steyn (interpretado por Marius Weyers), quien está fascinado por la tribu y cree que es un descubrimiento de gran importancia, mientras que la novia de Andrew, Maria (interpretada por Sandra Prinsloo), está más interesada en usar a Xi como una atracción para su safari. Como resultado de estas reuniones, la percepción de Xi del mundo exterior está muy sesgada, ya que contrasta con sus valores tradicionales. En Johannesburgo, una metrópolis que es muy diferente de su tribu, Xi se siente desconcertado y fuera de su elemento. El contraste entre los dos mundos destaca lo absurdo de las situaciones que encuentra, incluido su primer viaje en un ascensor, donde presiona todos los botones simultáneamente, lo que hace que sea lanzado a varios pisos. Además, Xi se ve envuelto inadvertidamente en un grupo de manifestantes que luchan contra el gobierno de la ciudad, lo que refuerza aún más su confusión. La misión de Xi de devolver la botella a sus "dioses" se convierte en una ordalía, ya que ahora está en posesión de una rica viuda (interpretada por Sydne Vivien) en la ciudad. Con la ayuda de un joven mecánico, Leo (interpretado por Jerry Mofokeng), Xi idea un elaborado plan para recuperar la botella de la viuda. En el proceso, se ven envueltos en múltiples desventuras, incluida una persecución salvaje por la ciudad y un escape de un agente de policía, quien está más interesado en usar la ocasión como un truco mediático. A lo largo de su viaje, Xi se encuentra con las crueles realidades de la civilización moderna, particularmente su trato a los grupos desfavorecidos. Sus interacciones con estas personas sirven como un comentario satírico sobre el estilo de vida occidental, criticando sus valores de consumo, materialismo e individualismo. Mientras Xi continúa su búsqueda, aprende el verdadero propósito de la vida de Maria y descubre que la esencia de la vida no radica en las posesiones y los placeres triviales que ofrece la sociedad moderna, sino en la conexión y la armonía con la naturaleza. Finalmente, Xi regresa a su tribu con la botella, dándose cuenta de que los "dioses" que la crearon no existen y que su valor es meramente simbólico. Sin embargo, la partida de la botella de Coca-Cola también marca la llegada de la civilización moderna y el fin de su forma de vida tradicional. La historia sirve como un testimonio del ingenio y la sátira de Jamie Uys, y también proporciona una ventana a los choques culturales entre la civilización moderna y las sociedades primitivas. Al hacerlo, Los Dioses Deben Estar Locos proporciona una reflexión sobre la naturaleza humana, nuestra relación con el medio ambiente y nuestros valores sociales, al tiempo que entretiene al espectador con una serie de eventos hilarantes.
Reseñas
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