El sangriento pozo del horror

Trama
El equipo llegó al antiguo castillo abandonado, ansioso por aprovechar su grandeza y atmósfera misteriosa para una sesión de fotos. El fotógrafo Reginald Blackwood tenía la intención de capturar algunas imágenes impresionantes, y confiaba en que las modelos que había seleccionado encajarían a la perfección. Entre ellas estaban sus dos modelos favoritas, Barbara, una pelirroja impresionante, y Marissa, una rubia sensual. El fotógrafo había planeado cuidadosamente cada detalle, desde la ropa que usarían las modelos hasta las poses que adoptarían, todo con el objetivo de crear las imágenes perfectas. Sin embargo, sin que el grupo lo supiera, el castillo que habían elegido como telón de fondo guardaba un secreto oscuro y siniestro. Se decía que estaba habitado por un lunático que se creía el espíritu reencarnado de un verdugo del siglo XVII, obligado por el deber de proteger el castillo contra cualquier intruso. Esta enigmática figura era conocida como el Conde Drago, un nombre que infundía miedo en los corazones de cualquiera que lo pronunciara. Cuando el grupo comenzó a prepararse, no pudieron evitar sentir un aura extraña que rodeaba el castillo. Las paredes de piedra desmoronadas parecían susurrar historias del pasado, y la emoción del grupo comenzó a disminuir al sentir que algo no andaba bien. A pesar de sus reservas iniciales, las modelos no pudieron resistir el encanto de la grandeza del castillo y posaron ansiosamente para la cámara de Blackwood. Mientras tanto, el Conde Drago observaba al grupo desde las sombras, con los ojos brillando con una intensidad de otro mundo. Había sido despertado por el ruido, y su deber era claro: eliminar a los intrusos y proteger el castillo a toda costa. El espíritu del verdugo había estado inactivo durante siglos, pero con la presencia del grupo, se reactivó y la naturaleza malévola de Drago comenzó a apoderarse de él. Mientras las modelos seguían posando, empezaron a oír ruidos extraños, el sonido de crujidos de suelos de madera y los débiles susurros de una presencia invisible. Barbara empezó a sentirse incómoda, sintiendo que algo iba terriblemente mal. Su intuición se confirmó cuando vislumbró una figura acechando por el rabillo del ojo. Marissa, sin embargo, se mantuvo escéptica, atribuyendo los extraños sucesos a la atmósfera inquietante del castillo. Blackwood, ajeno al peligro que les acechaba, siguió adelante con la sesión, decidido a capturar la toma perfecta. Pero cuando el sol comenzó a ponerse, proyectando largas y ominosas sombras sobre las paredes del castillo, la inquietud del grupo creció. La presencia de Drago se hizo más pronunciada y el aire se cargó de tensión al sentir el grupo que estaban siendo observados. En un intento desesperado por sacudirse la atmósfera ominosa, Blackwood ordenó a sus modelos que se tomaran un descanso y disfrutaran de algunos refrigerios en el gran salón del castillo. Pero mientras se reunían alrededor de una mesa de piedra polvorienta, Marissa de repente vio algo que le heló la sangre. Grabado en la pared, en letras que parecían mirarla con desprecio, había un mensaje escalofriante: "La sangre fluirá". El mensaje envió un escalofrío al grupo, y por primera vez, se dieron cuenta de que no estaban solos en el castillo. La presencia de Drago era palpable, y su energía malévola ahora se había apoderado por completo. En un intento desesperado por escapar, el grupo se giró para huir, pero ya era demasiado tarde. Drago emergió de las sombras, con los ojos llameando con una furia incontrolable. El espíritu del verdugo barrió al grupo como una tormenta vengativa, dejando un rastro de terror y derramamiento de sangre a su paso. Blackwood y sus modelos se vieron obligados a luchar por sus vidas, pero fue una batalla perdida contra la ira del Conde Drago. Uno por uno, fueron víctimas de la cruel mano del verdugo, hasta que sólo quedó Barbara en pie. Al final, fue Barbara quien se enfrentó sola al verdugo. Con su ingenio y astucia, logró evadir las mortíferas espadas de Drago, usando todos los trucos del libro para agotarlo. Pero en un último y desesperado intento de escapar, Barbara se encontró frente al oscuro e implacable abismo, un destino peor que la muerte. Mientras los gritos del grupo resonaban por todo el castillo, la risa maníaca de Drago se hizo más fuerte, una cacofonía escalofriante que parecía sacudir los cimientos mismos del castillo. El sangriento pozo del horror había reclamado a sus víctimas, y el Conde Drago permaneció, un lunático atrapado en las sombras de su propio mundo de delirios. El castillo fue testigo de la atrocidad, sus paredes llevaban las cicatrices de la ira del verdugo, un lúgubre testimonio de los horrores que acechaban dentro de sus piedras desmoronadas.
Reseñas
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