Ira

Ira

Trama

El hombre y la mujer sin nombre recorrían las calles lúgubres como fantasmas, evitando la dura luz del sol que parecía aferrarse a las aceras agrietadas de la ciudad como una entidad malévola. Su existencia era una monotonía de turnos nocturnos y deambulaciones sin rumbo, un ciclo interminable de trabajo pesado y desconexión. Él vendía fruta en un mercado lleno del olor acre de los productos podridos, mientras que ella trabajaba en las calles, con días y noches indistinguibles entre sí. Sus caminos se cruzaron en un mundo que parecía desprovisto de esperanza o posibilidad. Cada conversación se sentía como una danza tentativa, una exploración sutil de vulnerabilidades que ninguno se atrevía a explotar. Sin embargo, en medio del silencio, una chispa de algo más se encendió entre ellos. Comenzó como una mirada sutil, seguida de un toque vacilante, y finalmente se convirtió en una llama de combustión lenta que crepitaba con desesperación. Estas eran personas que hacía mucho tiempo que habían perdido el rumbo, a la deriva en un mar de desesperación que amenazaba con consumirlos a cada paso. Encontraron un consuelo fugaz en la vida nocturna de la ciudad, donde la música palpitaba y las luces de neón cegaban, aunque solo fuera por un momento. Vagaros por un club nocturno de color rosa, rodeados de las multitudes anónimas que se reunían en este rincón desolado de la ciudad. El ritmo era una cosa primigenia y animal, una llamada a la liberación y el abandono que resonaba profundamente en sus almas. Su tiempo juntos estuvo marcado por una serie de viñetas inconexas, casi surrealistas. Caminaron por una acera desierta, con bebidas en la mano, siendo el único sonido el suave gorgoteo de un desagüe de la calle cercano. Hicieron fila en un supermercado brillante y llamativo, sus manos rozándose al alcanzar el mismo artículo en el estante. Cada momento era un equilibrio frágil, precariamente equilibrado, un equilibrio entre la esperanza que había comenzado a despertar dentro de ellos y el peso aplastante de sus circunstancias. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, todo cambió. Un solo acto decisivo de violencia hizo añicos la frágil calma que se había asentado sobre ellos. Las consecuencias fueron inmediatas y devastadoras, un evento catastrófico que alteraría para siempre el paisaje de sus vidas. Las secuelas fueron una marcha lenta y agonizante a través de las ruinas de su destrozada existencia, una búsqueda desesperada de una salida de la oscuridad que parecía cerrarse a su alrededor con cada paso. El título, "Ira", parecía una descripción adecuada de su mundo, un lugar donde la ira hervía a fuego lento justo debajo de la superficie, esperando hervir en cualquier momento. Sin embargo, a pesar de las tensiones latentes, el hombre y la mujer sin nombre parecían curiosamente desapegados de sus emociones, como si existieran fuera de los límites de sus propias vidas. Se observaban desde lejos, observadores desconcertados y despreocupados en un universo que parecía decidido a aplastarlos. Su historia fue una de amor doloroso e inexpresable, ambientada en el sombrío telón de fondo de un mundo que parecía haberse rendido. En esta ciudad desolada, donde la luz era siempre una pálida imitación del cálido resplandor del sol, su amor se sentía como algo fugaz y efímero: una chispa de esperanza que podría extinguirse en cualquier momento por la cruel mano del destino. El final fue tan sombrío como el comienzo, un golpe final a los sueños ya maltratados que habían estado encendiendo una frágil llama dentro de ellos, una llama que parpadeó y murió en la oscuridad.

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Reseñas