El Farmacéutico del Infierno

Trama
En el pequeño pueblo de Ashwood, enclavado en el corazón del bosque místico, un legendario farmacéutico llamado Kaito era famoso por su conocimiento incomparable y sus habilidades místicas. El folclore local susurraba sobre el increíble don de Kaito: una conexión única con el mundo de los espíritus que le permitía comunicarse con las fuerzas más antiguas y misteriosas. En el distrito abandonado del pueblo, un grupo de tres amigos traviesos, Taro, Hiro y Shinji, siempre habían sido los alborotadores más notorios del pueblo. El trío a menudo vagaba por el bosque por la noche, buscando cualquier emoción o excitación que satisficiera sus espíritus inquietos. Una noche, mientras exploraban las profundidades del bosque, se toparon con una extraña procesión de figuras fantasmales y criaturas misteriosas. La noche se llenó con los ecos de susurros y risas espeluznantes, mientras el trío observaba con temor y asombro cómo las apariciones se materializaban ante sus ojos. Mientras el grupo dudaba, una peculiar sensación de inquietud se apoderó de ellos. Los fantasmas comenzaron a avanzar, sus formas fantasmales cambiando y contorsionándose de maneras que desafiaban toda explicación. Los chicos sabían que tenían que huir, pero pronto el pánico se apoderó de ellos al darse cuenta de que estaban atrapados. Sin una escapatoria a la vista, Taro recordó un rumor críptico que había circulado sobre Kaito, un farmacéutico con conexiones extraordinarias con los reinos desconocidos. Según los cuentos susurrados, Kaito tenía la llave para comunicarse con las entidades sobrenaturales que vagaban por los bosques de Ashwood. En las primeras horas del amanecer, los tres amigos corrieron a la farmacia de Kaito, una modesta tienda escondida en un estrecho callejón. El anciano, con su largo cabello blanco y sus ojos hundidos, miró al trío con una mirada penetrante. Sintió la urgencia dentro de ellos y sonrió con conocimiento de causa. "Ah, los espíritus los tienen en sus garras, ¿verdad?" La voz de Kaito era baja y áspera, llena de un toque de misterio. "Díganme, muchachos, ¿qué saben del mundo de los espíritus?" Taro explicó su encuentro con los fantasmas, pero Kaito escuchó atentamente, con los ojos examinando a los chicos como si estuviera sopesando su próximo movimiento. "Ya veo", dijo pensativamente, "¿y saben por qué ustedes tres han atraído una atención tan no deseada?" Hiro negó con la cabeza, con los ojos llenos de preocupación. La mirada de Kaito se fijó en la de Hiro cuando comenzó a hablar en un tono mesurado. "Sus vidas han estado vinculadas al mundo de los espíritus de maneras que no pueden entender. Sin saberlo, han removido un caldero de energía antigua, y los muertos inquietos se sienten atraídos por su propia existencia". Los ojos de Shinji se abrieron con horror. "¿Qué podemos hacer?", le rogó Shinji a Kaito por una solución. Kaito sonrió enigmáticamente. "Puedo enseñarles un hechizo de protección simple", dijo con un toque de malicia, "pero requiere valentía y astucia en igual medida. Si están dispuestos a aprender y dominar el arte, puedo impartirles mi conocimiento". El trío aceptó con entusiasmo la oferta de Kaito. A cambio de su acuerdo, el anciano les entregó una baraja de cartas peculiares, cada una adornada con símbolos crípticos e invocaciones misteriosas. Kaito les indicó que memorizaran el hechizo inscrito en cada carta, un hechizo que debían invocar al ser confrontados por cualquier entidad fantasmal. "Llamamos a estas cartas 'Onmyō-dō'", explicó Kaito, con los ojos brillando con una energía de otro mundo. "Los hechizos grabados en ellas no son meros trucos de la mente, sino las palabras de antiguas invocaciones, claves que desbloquean las fuerzas ocultas dentro del universo". Con una respiración profunda, los tres chicos memorizaron los hechizos, Kaito repitiendo cada onyō-dō varias veces para que aprendieran. Cuando el sol superó el horizonte, proyectando un cálido resplandor sobre el pueblo, Kaito les entregó un pequeño cuaderno con las invocaciones escritas en él. "Si los espíritus los atacan", les advirtió, "deben levantar las cartas y pronunciar el onyō-dō con convicción. Los hechizos alejarán a los espíritus, pero recuerden, las invocaciones son meros trucos en comparación con el verdadero poder que reside dentro de sus propios corazones". Una vez completado su entrenamiento, Kaito se despidió de los chicos, dedicándoles una sonrisa inquietante. "Recuerden, muchachos, los fantasmas y los monstruos solo aparecerán ante ustedes cuando los espíritus se sientan atraídos por ustedes. Los buscan a ustedes, no simplemente a su pueblo". Con estas ominosas palabras de aliento, el trío partió de la farmacia de Kaito y enfrentó el amanecer de un pueblo cambiado, donde lo sobrenatural y lo desconocido eran ahora una amenaza viva y respirable en su propia puerta.
Reseñas
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