El sabor de las cerezas

El sabor de las cerezas

Trama

En el drama que invita a la reflexión, El sabor de las cerezas, se nos presenta al señor Badii, un hombre de mediana edad de Teherán, interpretado por Homayoun Ershadi, que parece ser un individuo exitoso, al menos en la superficie. Se revela que la vida de Badii está en desorden, una sensación de desconexión se ha apoderado de él y está decidido a acabar con todo. Sin embargo, en un país con valores conservadores como Irán, este acto se considera un tabú y está estrictamente en contra de la ley. Cuando Badii se embarca en su misión de encontrar a alguien dispuesto a enterrarlo después de su muerte, recorre la ciudad en su elegante automóvil, visitando a varios individuos. Sus encuentros están impregnados de curiosidad y un toque de desesperación. Badii se acerca a estas personas sin dudarlo ni tener en cuenta su estatus social, pero no tarda en darse cuenta de que la mayoría no lo toman en serio. La película da un giro sombrío a medida que profundizamos en las vidas de estas personas que Badii conoce, cada una más fascinante que la anterior. Está el joven y piadoso estudiante musulmán que parece encarnar los valores tradicionales de la sociedad iraní, pero que lucha con su propio sentido de identidad. El joven migrante que aspira a ganarse la vida en la bulliciosa ciudad es más comprensivo con la difícil situación de Badii. Vemos vislumbres de las luchas que enfrentan estos personajes mientras intentan hacerse un hueco en el panorama siempre competitivo de Teherán. Sin embargo, el encuentro más conmovedor es con su eventual socio, el señor Bagheri, interpretado por Abdolghasem Ahankhou, un hombre desesperado y oprimido que está dispuesto a hacer cualquier cosa para asegurar el futuro de su familia. Cuando Badii presenta su inusual propuesta a Bagheri, inicialmente lo percibimos como una oportunidad para que este último gane una suma sustancial de dinero. A medida que Bagheri y Badii continúan sus interacciones, se desarrolla una dinámica compleja. Badii, el hombre que tiene la intención de acabar con su vida, comienza a formar un vínculo improbable con Bagheri, que parece estar más interesado en la vida personal de Badii de lo que inicialmente deja ver. Si bien Badii se siente atraído por la perspectiva de una muerte sin dolor, Bagheri comienza a confrontar sus propias luchas con la mortalidad. La presencia de Bagheri en la vida de Badii provoca una transformación en él. Comienza a cuestionar la razón detrás de la decisión de su cliente de quitarse la vida. A medida que sus conversaciones con Badii se vuelven más íntimas, Bagheri se convierte en un confidente inesperado, una inversión de roles que subraya las complejidades de la experiencia humana. Mientras tanto, Bagheri, aunque inicialmente motivado por la ganancia financiera, se ve obligado a confrontar sus propios sentimientos y sentido de responsabilidad hacia el hombre al que se supone que debe enterrar después de su muerte. A medida que los dos hombres continúan conversando y compartiendo las historias del otro, un intercambio conmovedor revela que Bagheri tiene una hija pequeña a la que ama profundamente. Este detalle sutil pero poderoso destaca las emociones profundas que Bagheri ha estado intentando ocultarle al mundo. Él también está lidiando con el significado de la vida y la muerte mientras navega por las implicaciones morales de su tarea. En el proceso, Bagheri se convierte en un reflejo de Badii, y sus interacciones desafían las normas sociales en las que ambos hombres estaban previamente atrincherados. En contraste, a medida que evoluciona el personaje de Bagheri, vemos a Badii luchando por aferrarse a su decisión. Las líneas entre su intención de morir y su renuencia a vivir se vuelven cada vez más borrosas. Su introspección, facilitada por Bagheri, desencadena una cadena de eventos que obliga a Badii a confrontar sus miedos y ansiedades más profundos. La relación entre Badii y Bagheri, un hombre de un entorno socioeconómico completamente diferente, trasciende la transacción inicial, lo que lleva a un vínculo inesperado entre dos individuos muy diferentes. A través de El sabor de las cerezas, vislumbramos las vidas de los teheríes comunes, que luchan por ganarse la vida en una sociedad gobernada por normas rígidas y convenciones sociales. A medida que profundizamos en el mundo del señor Badii y su improbable amigo, la película plantea profundas preguntas sobre la naturaleza de la existencia y la experiencia humana. A medida que las interacciones de Badii y Bagheri se completan, somos testigos de una profunda transformación, una que subraya la capacidad humana de conexión, empatía y amor. En el proceso, Abbas Kiarostami elabora magistralmente una narración que trasciende los confines de un guion cinematográfico tradicional, abrazando en cambio los matices de la vida cotidiana.

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Reseñas