El Jardín de Hedon

El Jardín de Hedon

Trama

Las puertas de la grandiosa mansión se abrieron con un chirrido, y Owen emergió, desconcertado y desorientado. Se frotó los ojos, tratando de sacudirse la bruma que persistía dentro de su cabeza. Todo parecía surrealista, como un sueño del que no podía despertar. Los opulentos muebles, las lujosas decoraciones y la atmósfera decadente parecían susurrar una cosa: estaba en un lugar donde la búsqueda del placer no conocía límites. Mientras miraba a su alrededor, Owen vio a personas descansando en lujosos sofás, entregándose a todo tipo de vicios: desde fiestas alimentadas con champán hasta orgías, y desde gastos imprudentes hasta acrobacias extremas. Era como si los residentes de esta mansión no tuvieran en cuenta las consecuencias o la responsabilidad, viviendo en un mundo de puro hedonismo. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Owen cuando notó los primeros signos de inquietud. Las parejas susurraban en voz baja, sus ojos mirando nerviosamente alrededor de la habitación. La risa y la música parecieron vacilar, reemplazadas por una sensación de inquietud. Era como si algo hubiera cambiado, y la atmósfera hedonista había sido atravesada por una corriente subterránea oscura. De repente, Owen vio una figura desplomada en el suelo, un charco de sangre extendiéndose como un halo macabro alrededor de su cabeza. La habitación quedó en silencio, y los juerguistas se congelaron, sus rostros contorsionados en una mezcla de shock y terror. La mente de Owen dio vueltas al contemplar la horrible escena. A medida que la realidad de la situación se fue revelando, los residentes de la mansión comenzaron a dispersarse, desapareciendo en los laberínticos pasillos como volutas de humo. Owen se quedó solo, con el corazón latiendo con intensidad a cada momento que pasaba. No tenía idea de cómo había llegado allí o cuál era su conexión con este lugar. Lo único que sabía era que tenía que actuar, detener la fuerza malévola que aterrorizaba esta casa. A pesar de sus propios temores, Owen se armó de valor y comenzó a explorar la mansión. Navegó a través de pasillos oscuros, esquivando a los sirvientes sobresaltados y evitando las miradas indiscretas de los habitantes de la casa. Cada puerta que abría conducía a más de lo mismo: decadencia, depravación y, por supuesto, muerte. Cuanto más avanzaba, más se daba cuenta de que esta mansión era una entidad viva y que respiraba, que se alimentaba de los impulsos más oscuros de sus ocupantes. Al adentrarse más, Owen escuchó fragmentos de conversaciones, susurros de un nombre, el Carnicero, y una reputación que provocaba escalofríos en la columna vertebral incluso de los hedonistas más endurecidos. Quedó claro que Owen estaba en un curso de colisión con el mismo mal que había estado tratando de comprender. Una de las habitantes de la casa, una joven llamada Elara, se acercó a Owen con una mezcla de miedo y curiosidad. Había visto su determinación, su voluntad de enfrentarse al Carnicero, y eso había despertado algo dentro de ella. Juntos, formaron una alianza tentativa, con Owen prometiendo protegerla y mantenerla a salvo. Mientras navegaban por el traicionero paisaje de la mansión, Owen comenzó a reconstruir fragmentos de su propio pasado. Recordó una vida fuera de estos muros, una vida que había sido destrozada por las mismas fuerzas que amenazaban con consumir esta casa. Los hilos de sus recuerdos se hicieron más fuertes, y se dio cuenta de que había sido traído a este lugar por una razón: para confrontar su propia oscuridad y evitar que reclamara a otros. Con Elara a su lado, Owen siguió adelante, impulsado por un nuevo sentido de propósito. Cazaron al Carnicero, navegando por habitaciones ocultas, pasajes secretos y trampas mortales. Cada paso los acercaba más a la verdad, más cerca del abismo que esperaba en el corazón de esta mansión. Al final, fue una confrontación de dos almas, dos corazones y dos voluntades. El Carnicero, una figura monstruosa consumida por su propia depravación, se enfrentó cara a cara con Owen, un hombre destrozado por su propia oscuridad y, sin embargo, dispuesto a enfrentarla de frente. La elección era clara: rendirse al vacío o encontrar una manera de trascender su alcance. El resultado estaba lejos de ser seguro, pero una cosa estaba clara: el Jardín de Hedon, esa laberíntica casa de sombras, nunca volvería a ser el mismo.

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Reseñas